UN MONUMENTO AL DESAMPARO / por MARIA CAMILA ESQUIVEL
Esta infraestructura, tiene ahora el semblante de un osario, muchas de la personas que decidieron tomarse este edificio, han ido muriendo por las enfermedades que han contraído allí mismo, debido a que el cierre del Hospital se realizó de manera abrupta, no se tomaron medidas sanitarias ni de conservación de los espacio; por tanto, sus ocupantes se han ido sin haber visto el Hospital revitalizado, por el que alguna vez lucharon. En cambio, su última mirada contempló las paredes desgastadas por el olvido y la indolencia. Los que aún quedan, su vida se ha ido marchitando paulatinamente a medida que las paredes se van vistiendo de musgo y polvo; el Hospital se regodea ahora de la precariedad que su propio gobierno le ha conferido, su dinámica ha cambiado: lo que antes era una sala de espera, ahora se viste de flores plásticas y fotografías familiares, se camina entre el contraste del otrora espacio antiséptico y él casi descuidado espacio de supervivencia, cuya pretensión ha sido habitarlo para darle vida. Por lo que fue una sala de cirugía, inmaculada, antiséptica, se pasean ahora las palomas dejando su rastro de vida propia de la naturaleza; el lugar ha sido habitado por los recuerdos de todos los que allí trabajaron y aún esperan el día en que el Hospital sea de una vez por todo reanimado y acoja, por fin, la vida a la que alguna vez sirvió de hospedaje.
En este marco -y ante la indolencia e ignorancia de la que se jacta la ciudad y los organismos gubernamentales que en lugar de plantear políticas que restablezcan las dinámicas de un hospital público, lo que hacen es borrar la historia de un pueblo-, es convocado el artista David Lozano, quien en su trayectoria ha mostrado un interés particular por el cuerpo simbólico dentro de la cultura. En ésta ocasión, Lozano, hace una reflexión acerca del Hospital San Juan de Dios y lo acoge como un cuerpo vivo; el cuerpo dinámico, escenario de tensiones, como un organismo vivo que aún, en estado agonizante, muestra su pulso. Un pulso débil pero que se mantiene constante; ese latido, es la voz, tanto de la historia viva como de los que decidieron luchar vehementemente por rescatar aquel lugar en el que se atendió la salud de todo un país en tiempos de guerra, y por fuera de ellos. En la urgencia, en la emergencia. El actual estado del Hospital, es el resultado de la confrontación de intereses políticos y económicos que buscan la acumulación de capital que favorece al sector privado.
David lozano es convocado entonces, para traer delante aquello que permanece oculto, eso oculto es la batalla que se vive al interior de la infraestructura, la paradoja de una construcción nacida para acoger y que ahora está en el olvido, a punto de colapsar.
Además de haber sido nombrado patrimonio nacional en el año 2002, el Hospital San Juan de Dios tiene un valor simbólico que pasa los límites institucionales. La Hortúa, era un complejo que acogía a personas de escasos recursos, era la única oportunidad para aquellos que no podían costearse una atención hospitalaria, era el único lugar que sin distinción de estratos, prestaba un servicio a todo aquel que no necesitaba sin regodearse de una contribución de vuelta. El Hospital no es solo un amasijo de paredes que constituyen un bien patrimonial que debe ser conservado, sino que es la memoria casi agonizante de un país.
Paradójicamente, aquel el complejo hospitalario dedicado al cuidado y nombrado como patrimonio nacional, se encuentra hoy en día en proceso de liquidación. Toda la historia que allí se dio, pasa ahora por la ignominia de un proceso liquidatorio, que pretende arrebatarle al pueblo y a su historia algo que le pertenece, un lugar para resarcirse del peligro.
La palabra patrimonio, designa en su etimología a todo bien que es heredado del padre o de la madre a aquellos que les suceden. En ese sentido, un bien patrimonial es aquello que pasa de generación en generación como derecho de sucesión, y por consiguiente es aquello que carga de identidad a una colectividad, es nuestro caso a la nación, concebida como constituida por los ciudadanos. Un bien patrimonial, es aquel, por medio del cual, una nación se identifca, es un bien inalienable, que da cuenta de las transiciones en su historia que recoge y funda.
¿Qué es aquello que se va a entregar como patrimonio a las póstumas generaciones sino un amasijo de piedra a punto de colapsar?
La Hortúa ha sido el escenario de incontables avances a nivel investigativo y tecnológico en el campo de la medicina colombiana; allí se realizó la primera operación a corazón abierto, las primeras intervenciones en cirugía plástica entre otros avances ¿No vale la pena acaso cuidar aquello que el Hospital acoge, a saber la historia de una nación?. decía Michelet el patrimonio son las luchas de los pueblos, de todos los organismos que lo conforman y velan por la conservación y reavivación de la memoria colectiva en pro de la edificación de la cultura.
La Hortúa: Algo Más Que Un Monumento.
En la “Pregunta por la técnica” [1], Heidegger habla de la esencia de la técnica moderna, donde el hombre se autoimpone como medida de todo lo existente, de esta forma el hombre moderno se instala como único Ser (Subjectum) que domina todo el campo de lo existente (ente), objetivándolo, para extraer sus energías, acumularla hasta el exterminio.
Todo lo que es, lo es sólo en tanto que puede ser susceptible, en consecuencia, de ser calculado, planificado, sistematizado y contabilizado, es decir, que el hombre en tanto que subjectum es el que determina todo cuanto debe haber, cuya condición es que exista como objeto. Puesto que la verdad que lo determina opera desde la ciencia moderna, la cual no quiere saber nada de aquello que lo esencia, pues lo que es incalificable, lo raro, lo no habitual se convierte en sombra, la cual no se explica y se plantea como inexistente.
“ Es solo porque el hombre se ha convertido en sujeto de modo general y esencial y en la medida en que eso ha ocurrido, por lo que a partir de entonces hay que plantearle la pregunta expresa de si quiere ser un Yo limitado a su gusto y abandonado a su arbitrariedad o el Nosotros de la sociedad, si quiere ser como individuo o comunidad, si quiere ser una persona dentro de la comunidad o un mero miembro de un grupo dentro de un organismo, si quiere y debe ser como Estado, nación y pueblo o como la humanidad general del hombre moderno, si quiere y debe ser el sujeto que ya es en tanto que ser moderno. Sólo allí en donde el hombre es esencialmente sujeto, existe la posibilidad de caer en el abuso del subjetivismo en sentido de individualismo. Pero, del mismo modo, sólo allí en donde el hombre permanece sujeto, tiene sentido la lucha expresa contra el individualismo y a favor de la comunidad como meta de todo esfuerzo y provecho.” [2]
En ese sentido, el hombre moderno se esfuerza por alcanzar su propio benefcio en pro de su individualismo y olvida que el ser del hombre, se construye en relación dialéctica con el Otro, que está en relación a la naturaleza y no como un cultivo de la subjetividad, ni entendida ésta como mero objeto patrimonial, sino como la civilización misma; es decir, aquello que nos aleja de nuestros ancestros homínidos, y ha permitido construir instituciones que permita que el hombre pueda vivir de manera regula con otros hombres sin destrozarse entre sí, como lo diría Sigmund Freud.
No hay un hombre que se relacione con la naturaleza, y que cuide de ella, ni cultura como lo sabían los sabios antiguos, sino como un objeto al cual se le extrae energías, para acumularlas hasta las últimas consecuencias. En el caso que nos compete, la Hortúa, convertida como un objeto del cual se le extrae capital, sin considerar el propósito común y colectivo del mismo.
En consecuencia, aquí es donde nos encontramos con lo que nos compete, la actual y desafortunada situación del Hospital San Juan de Dios, dada por un sistema hospitalario que da qué pensar, y eso que dá que pensar, es lo preocupante como lo decía el pensador alemán, es fácil caer en la inmediatez de la acción. Si bien, en estos tiempos, pareciese que el hombre se lanzara con premura a la inmediatez, cada acción, como la verdad, así sea subjetiva, inexorablemente va a tener un efecto sobre el Otro (la historia, la sociedad, la cultura). Aquello que da qué pensar, se instala dentro del campo de lo que merece ser traído a la conmemoración, es decir, aquello que nos concierne, y por tanto nos preocupa. La Hortúa en tanto que institución como legado del pueblo, recogía y abriga, garantizaba lo esencial del estar en la tierra del hombre, el cuidar. Cuidar aquí como el fundamento mismo de la dignidad del hombre en relación a los otros, a la naturaleza y a la historia.
“Damos el nombre de memoria, a la congregación del recuerdo en lo que debe pensarse”, esto que debe pensarse es lo esencial del hombre, aquello que está actualmente en juego con el cierre abrupto de la Hortúa. Pero la definición de memoria, hacia lo que apunta Heidegger en un sentido originario, es al recuerdo que no es un simple retener como un archivo de datos históricos objetivamente recolectados y guardados, sino que es un recordar que habita en tanto que trae delante lo memorable, un recordar que tiene su esencia en el salvaguardar, éste es el fundamento de la memoria. De esta manera, la memoria que alberga el Hospital, no es solo la memoria de un recordar de la historia, sino que alberga la esencia del cuidar del hombre revertido en un recuerdo vivo que implica la manera como se vive el presente en relación al pasado para transformar el futuro. Allí reside la importancia de la revitalización del Hospital.
El pensamiento moderno, ve la memoria como un simple retener de datos históricos y desatiende la naturaleza del pensar de lo memorable en tanto que salvaguarda del peligro, del olvido. Entonces, el desmoronamiento de la estructura del San Juan, es el decaimiento de todo en tanto que sostiene al hombre, a saber su arraigo. Es menester reivindicar el papel que han cumplido los antiguos trabajadores del Hospital, puesto que no sólo están luchando por la reapertura de un institución, sino que intentan devolver a la comunidad, vehementemente la posibilidad del arraigo, el Χτονος.
Los hijos del San Juan, llevan a cuestas un pasado glorioso, el infortunio del presente, y la incertidumbre del futuro, y abogan por lo justo para cambiar el destino trágico de la indolencia, por lo mínimo que un estado debe garantizarle al pueblo un sistema hospitalario que cubra las solvencias de los menos favorecidos, pues es la mayoría.
La intervención de David, en las instalaciones del Hospital de la Hortúa, dan cuenta de la enfermedad que se extiende a pasos apresurados sobre los lugares colindantes integrando a cada ex trabajador como pieza fundante de la memoria andante que se resiste al olvido.
HEIDEGGER, Martin. Artículos y Conferencias. Barcelona: Editorial Odos, 1998.
2. HEIDEGGER, Martin. “La Época de la Imagen del Mundo”; Caminos de Bosque. Alianza Editorial, 2005.