La cara enterrada
La cara enterrada.[1]
Al igual que la radical, convulsa y polémica vida política del dirigente conservador Gilberto Álzate Avendaño, con los años la casa donde esté habitó se han convertido en un gran enigma. Un lugar de hibridación de tiempos y de historias, una transposición de idearios, usos y de espacios: casa, galería, museo y lugar de oficinas. En esta instalación se anudan simbólicamente las dos; la casa y vida del político conservador.
Con el pasar de los años las huellas se tornan débiles confiriendo a este sitio y a los ideales políticos del líder, un desvanecimiento, un extrañamiento. Algo permanece enterrado o se desvanecen en la memoria histórica colectiva.
Paul Valery hace referencia a “Il cubo”, una escultura de Alberto Giacometti en homenaje a su padre sobre la que precisa. “Siempre hay una cara enterrada, algo que no vemos, algo que queda oculto”. De igual manera refiriéndose a esta obra, Georges Didi-Huberman menciona lo que bulle en el fondo, lo que no vemos, lo que se está formando, algo que está en continuo movimiento y lo único que vemos es una apariencia patente en la superficie. La forma dura de la escultura y la orgánica del dibujo.
[1] El título de la propuesta hace alusión al texto sobre la escultura “Il cubo” de Alberto Giacometti de Georges Didi-Huberman y mencionada también por Paul Valery.