Memoria y Residuo
En su obra atravesada por el VIH/sida en los años 80 y 90 (en la que murieron una buena parte de sus amigos) y marcada por los sitios de homosexualización entonces emergentes (que fueron territorios de contagio y posterior combate de higienización), Lozano no puso filtros estetizantes ni construyó metáforas elusivas para abordar, en una sociedad pacata, el placer y su conexión con la muerte. Por el contrario, Lozano es explícito: apela a los fluidos corporales, a la fragilidad, del cuerpo, sus referencias se hallan en la pornografía o en experiencias infantiles que pueden resultar traumáticas como la incontinencia urinaria.
Además, construye artefactos que, si bien pueden parecer máquinas de placer (consoladores o máscaras de texturas o formas insólitas), fungen también como máquinas de tortura. Este trabajo descarnado le ha valido el silenciamiento sistemático de su obra en una sociedad que prefiere abordar estos temas desde la metáfora intrínseca, desde el deleite formal con los claroscuros del cuerpo o desde cierta limpieza que linda los territorios del minimalismo.
En este territorio se mueve David Lozano, en la relación dialéctica entre belleza y fealdad, entre lo sublime y el bajo, entre la pornografía y el cinturón de castidad, aflorando en el camino la responsabilidad ética de los artistas sobre el cuerpo representado. A través de la recreación y de la construcción de lo monstruoso, Lozano ha conseguido volcar nuestra mirada hacia esa naturaleza humana que hemos construido y a la vez constreñida.
Halim Badui.